lunes, 16 de enero de 2012

Rock In Rio 1985 - La Experiencia De Mi Vida - -

Rudolph Schenker y un servidor,
Enero 1985 - Hotel Copacabana
Palace, Río De Janeiro.
A casi 26 años de la más fantástica experiencia, en cuanto a lo que de música se trata, trato de expresar lo que aún siento acerca de aquel mes inolvidable y que marcó mi vida para siempre.
En los albores de los 80, quienes amamos el metal tan solo podíamos soñar ver a nuestros héroes tocando ahí para nosotros, y mucho más en Argentina, más allá de la fugaz sorpresa que significó la llegada de Van Halen en 1983 y las visitas de los míticos Barón Rojo en 1983 y 1984. Por entonces, pocos podían acceder a la televisión por cable, y en consecuencia, muchísimo menos a los videos de la época. El único consuelo pasaba por los video bares, que estaban en su mejor momento, y eran el único lugar donde podíamos acceder a las imágenes de nuestras bandas favoritas. 
Fué entonces allá  por Junio/Julio de 1984, cuando, vaya a saber uno como, nos enteramos lo que seis meses mas tarde ocurriría en Rio de Janeiro y con Sergio, un amigo y compañero en la travesía del metal desde 1981, decidimos que no podíamos dejar pasar la oportunidad de estar, de ver, de sentir, esa sensación que significaría tener ante nuestros ojos a Iron Maiden, Scorpions, Ozzy Osbourne, Ac/Dc, y Def Leppard, quienes se bajaron de la grilla a último momento por el accidente que le costara el brazo a Rick Allen. La nada despreciable opción de Whitesnake serían los reemplazantes de los chicos de Shieffeld.
Plena primavera (?) alfonsinista, temores con el dolar, inflación, incertidumbre laboral, nada de eso habria de pararnos hasta hacer realidad nuestro sueño más importante. Todavía tengo presente la imagen de ir a comprar cruzeiros en forma casi desmdedida con la incertidumbre de nos saber que pasaría al día siguiente.
Fueron casi cinco meses de un ahorro forzoso y placentero. Fueron días de privaciones adolecentes, con un único objetivo...Rio de Janeiro.
El Viernes 4 de Enero de 1985, cerca de las 21.00 hs, partimos junto a Sergio, y tres chicos más (que conocí en ese momento), rumbo a Foz De Iguazú, donde una vez que pasaramos la frontera, deberíamos procurar por pasajes en busca del destino final. Arribamos a dicha ciudad tipo 7.30 de la mañana, sin ninguna certeza acerca de dichos pasajes. Después de recorrer toda la terminal, sólo podíamos obtener tickets para San Pablo, a las 18.30 con todo lo que eso implicaba, así que no nos quedó otra que hacer el aguante, comprar esos pasajes e imaginar que una vez en San Pablo, la suerte cambiaría. No hace falta explicar lo tedioso de la espera, que intentamos matar con música, cartas, charlas, caminatas por los alredores de la estación, en busca de la nada misma. Fué entonces cuando el primer golpe de suerte nos sacudió...Alguien nos avisó que había un micro Directo a Rio!!!!!!!!. Casi desesperados fuimos a deshacernos de los pasajes a San Pablo y con la diosa fortuna de nuestra parte, pudimos conseguir los tan ansiados boletos a Río. Fueron aproximadamente 36 horas de una viaje marcado por la ansiedad, el nerviosimo y por momentos el miedo ya que en medio de la noche una tormenta de viento y agua azotó el bus, en momentos en los que estabamos por los intrincados caminos de las montañas brasileras. Si mal no recuerdo en las primeras horas del Lunes 7, pisamos suelo carioca, con la sensación que parte de la misión cumplida. Podía seguir graficando en este relato las miles de visicitudes vividas en tierras brasileras, pero lo que me ocupa en este momento y quiero compartir tiene que ver específicamente con el Festival. Una vez instalados en el departamento, así como estábamos salimos a la búsqueda de las entradas al paraíso. Curiosamente se vendían en un Banco y lo que nos dieron no fué más que una especie de chequera donde constaban las dos fechas a las que iríamos, sin ni siquiera el nombre de las bandas que veríamos.
El festival abarcaba un abanico musical importante, desde Rod Stewart, Yes, The B-52´s - James Taylor, Nina Hagen, entre otros mechados con artistas locales de la talla de Erasmo Carlos, Pepeu Gomes, Baby Consuelo, Ney Matogroso , unos cuasi adolescentes Paralamas y otros. Nosotros teníamos más que claro lo que queríamos ver.
Las fechas de la gloria eran el 11 y el 19 de Enero. El primero, tenia además la particularidad de ser el día en el cual se abría el Festival.
11 de Enero de 1985, fecha bisagra en mi vida, por muchos sentidos. Era, evidentemente, mi primera vez fuera del país, y más allá de que se trataban de vacaciones, en la excitante Río De Janeiro, era evidente que el motivo por el cual estaba yo allí, haría implosión ese Viernes 11.
Llegar a lo que en aquél momento se llamaba Rockódromo, ubicado en Barra De Tijuca, fué relativamente sencillo, ya que para lograr una buena ubicación, estabamos allí, desde las 11 de la mañana. Sol, calor, humedad, impaciencia, más el permanente olor a porro, hacía que la tarde se estirara hasta algo parecido a la eternidad. Para peor, después de las 15 hs. ya era imposible desplazarse demasiado, por lo tanto, las provisiones tanto de comida, como de bebida, en cualquiera de sus formas, eran cada vez más inalcanzables.
Eran cerca de las 18 hs, cuando alguien que después de tantos años no tengo bien claro quién era, presentó a quién abriría el fesival esa tarde, el artista local Ney Matogrosso. A esa altura, ya era imposible la subsistencia dentro de esa amalgama humana que se balanceaba constantemente, y para nosotros todavía faltaba lo peor. El show de Matogrosso duró una eternidad...una hora!. Era obvio que nosotros no habíamos estado ahorrando durante meses precisamente para verlo a él, y muchísimo menos para quienes siguieron en la grilla: Erasmo Carlos,  quién extrañamente fué abucheado desde un primer momento, y digo extrañamente, porque los brasileños es un público extremadamente nacionalista y más allá de no compartir, quizás el genero musical del artista suele se respetuoso. Este no fué el caso. Tras cartón llegó el turno de Baby Consuelo  y  Pepeu Gomes , matrimonio por aquellos días, y con la dama en cuestión portando un embarazo más que prominente, presentando un show, absolutamente olvidable, al menos para quién suscribe,a  pesar de que a la hora de lo que, en aquellos días era un èxito en tierras cariocas, Masculino, Feminino , logró sacudir en parte a los locales.
Demás está decir que con casi 10 horas de espera, más lo que significaba para nosotros estar ahí, en ese momento, el cansancio, todavía no hacía mella, quizás gracias a la excitación por lo que vendría en un rato.
Serían cerca de las 21.00, cuando las luces se apagaron, y subitamente, desde la oscuridad la inconfundible voz de David Coverdale, nos preguntaba.." Are you reaaadyyyyyyyyyyyyyyyy???? y ante la obvia respuesta arrancaron con Walking In The Shadows Of The Blues. El sueño estaba tomando forma. Una leyenda como Coverdale, a escasos 30 metros de este humilde servidor, y la muchedumbre que nos apretujaba, dandole forma a lo que era ni más ni menos que el paraíso.
La serpiente estaba en proceso de cambio, ya que Micky Moody  y Bernie Mardsen se habían marchado en busqueda de otros horizontes, lo que determinó que la movida del cantante, haya sido simplemnte fantástica al reclutar a John Sykes para hacerse cargo de la guitarra.  Manteniedo la base con Neil Murray y Cozy Powell, no hizo sino potenciar a la banda que en los próximos cinco años,  subiría definitivamente a la elite del genero, para tornarse en un referente absoluto. Un cambio de imagen y sonido sustancial en el que el ex Thin. Lizzy, es la piedra fundamental. Y hoy, personalmente, sigo sosteniendo que esta formación que presentó en Brasil, es la mejor que haya tenido Whitesnake jamás.
Entretanto y bajo un calor sofocante, se sucedían los clásicos uno tras otro, en una performance sencillamente inolvidable. Hoy, tengo en  mi retina, la versión de Crying In The Rain, con un Sykes, pletórico, y la gente vociferando  Ain´t No Love In The Heart Of The City. Slide It In,  Guilty Of Love, Love Ain´t No Stranger, cautivada por un Coverdale, que a esa altura tenía a una audiencia estimada en 250.000 personas en el bolsillo. Ocho días más tarde, la serpiente repetiría la hazaña de ser quizás, luego de Iron Maiden, la banda metalera de mayor aceptación  del festival.  Llegaron en silencio, teniendo en cuenta que debían reemplazar a Def Leppard, y se fueron con toda la gloria, el respeto y la admiración de todos.
Costó recuperarse, pero tampoco había demasiado tiempo para relajarse. La causa, el motivo, el fundamento por el que estaba allí, en minutos me daría la razón, a pesar de las ya casi 12 horas de forzada ayuna.
Otra vez el campo a oscuras, y la sensación de que un caza inglés volaba casi rozando nuestra humanidad, entonces Winston Churchil como preámbulo de Aces High, con su intro a oscuras, para que un alud de luces y sonido ,  es una especie de divina revelación, me demuestren que los sueños pueden hacerse realidad. Con Harris y su despliege escenico, con Murray y Smith desplegando la melodía tan característica de la doncella, la firmeza de Nico en los parches, y el pequeño gigante, Bruce Dickinson, en el que a mi criterio fué sin dudas el mejor momento de su carrera, en todo sentido, avasallandonos desde cada rincón del escenario y desde lo más punzante de sus notas. Era un sueño infinito, porque todavía seguía sin entender lo que veía, que Bruce nos dice que faltaban Two Minutes To Midnight. Y sin darnos respiro....The Trooper!!!!!!!!!!!!. Habían pasado apenas 10 minutos de show. El mundo podía explotar en ese momento y truncar mi vida, pero me hubiera ido feliz. Dickinson revoleando la bandera inglesa, el mítico riff de las guitarras gemelas, y la cabagata inconfundible, fueron la causa por la cual por primera vez mis ojos se llenaran de lagrimas, fué sin duda EL momento del Festival para mi. Estaba a 50 metros de mis ídolos, mis referentes, y oyendo la música que me marcaría de por vida. Decir que fué el show de mi vida y lo será hasta que Dios disponga de mí es ser redundante. Con esto quiero decir que en los años siguientes muchos otros sueños, en cuanto música, también se concretarían, pero ninguno como este. Iron Maiden en el cenit de su carrera, a casi 2700 kms de casa, es algo sencillamente irrepetible. La banda cursaba el quinto mes de una maratónica gira en la cual presentaban Powerslave, y llegaban a Brasil, como las estrellas absolutas del evento, casta que solo podría ser empardada por Queen, quienes estaban tratando de volver a recuperar la grandeza perdida. Así y todo, ni en su momento, ni hoy en día, quedan dudas de quienes se robaron el protagonismo del festival más imprtante de  la historia. La epica Rime Of The Ancient Mariner, y Powerslave, cerraron la primera parte del show antes de la andanada definitiva de clásicos que todos esperábamos, The Number Of The Beast, Halloweed By Thy Name y Iron Maiden con los que se despidieron antes de regresar con los bises, a saber, Run To The Hills, Running Free, y Sanctuary. La apoteosis había llegado a su fin casi sin darnos cuenta. Pero es lógico, las cosas buenas nunca duran demasiado.
Bañados en sudor, y casi sin posibilidades de movernos después de semejante experiencia, dejamos que los restos de quienes nos rodeaban, empezaran a disolverse y nos dejara un espacio medianamente comodo como para empezar a valernos por nosotros mismos. Volvieron las luces, y por consiguiente la realidad. A  trescientos metros el oasis de un puesto de gaseosas era nuestro próximo objetivo, que dada como estaban las cosas tampoco fué una tarea sencilla de lograr. Mientras esperabamos, mi amigo Sergio y yo, nos mirabamos sin entender todavía demasiado lo que habíamos vivido. Quizás no hacía falta. Tanta la tensión, la adrenalina, que una vez que nos alejamos del puesto de privilegio en el cual habíamos estado, decidimos tirarnos a descansar en un suelo, sucio, embarrado, pero que para nosotros no era sino el mejor colchón king size en el que jamás había dormido.
El cierre de la noche estaría a cargo de Queen,  que extrañamente estaba tardando demasiado en salir a escena. Cuenta la leyenda, que el mismísimo Freddie Mercury fué quién demoró el show de su banda, debido a la tensión que había después que Maiden brindara semejante espectáculo.
Fué entonces, cuando casi sin darnos cuenta, ya estábamos en busca del colectivo que nos llevara de regreso a casa. Sí...estábamos dejando de lado a Queen. Después nos enteramos que Brian May y los suyos salieron a tocar dos horas después que Iron Maiden. Sí, no tendríamos otra oportunidad de verlos. Me queda el consuelo de haber estado en Vélez, cuatro años antes, cuando llegaron a presentar The Game. Con el tiempo sentí cierto arrepentimiento por no haberme quedado, pero esa noche sentí que estaba haciendo lo correcto, porque lo que había ido a buscar , lo había obtenido con creces.
Después de un larguísimo viaje de vuelta, llegamos exhaustos, ya entrada la madrugada. Apenas si intentamos comer algo. Sólo nos importaba dormir, el sueño, estaba cumplido.
La segunda parte tendrà las experiencias vividas en el Hotel Coopacabana Palace, donde pude estar mano a mano con mi ídolos, y la reseña del inolvidable Sàbado 19 de Enero, la que fuè La Noche del Metal, con Whitesnake, Scorpions, Ozzy Osbourne y AC/DC.



                  
                          Cryin In The Rain, uno de los momentos
                            culminantes del show de Whitesnake

                                                                      
                    Iron Maiden, The Trooper. EL momento del Festival
                            y una bisagra en mi historia con el Metal.


Folleto original con el plano del campo
donde se realizó Rock In Rìo en 1985